Autor: Manuel Mureddu.
México vive un escenario de profundas transformaciones. Los resultados electorales del 01 de julio suponen un replanteamiento total del sistema político mexicano y un reacomodo en los colores que típicamente han ejercido el poder. Más allá de lecturas variadas y especulaciones en la forma como se habrá de gobernar, una imagen más clara alrededor del gobierno de los próximos seis años se irá dibujando conforme pasen los meses.
Este nuevo gobierno entra en juego en un momento de quiebre, lo que no debería sorprender a nadie. Son variados los sectores estratégicos que se encuentran en un tránsito regulatorio, y en los cuales lo que ocurra en los próximos años es indispensable para su consolidación o su estancamiento. Uno de estos sectores es el de la energía, y particularmente el de las energías renovables, que además incide en una problemática global que se acrecienta a contrarreloj: el cambio climático.
El próximo Gobierno de la República no debe obviar que México tiene la capacidad para desarrollarse como una potencia de las energías renovables. Tampoco debe olvidar la alta vulnerabilidad que tiene nuestro país frente al recrudecimiento de los fenómenos naturales que se generarán como producto del cambio climático. Fortalecer nuestro sector de renovables, es combatir esta problemática.
El Atlas Nacional de Zonas con Alto Potencial de Energías Limpias, una herramienta tecnológica de sistemas de información geográfica desarrollada por la Secretaría de Energía a partir de la Ley de Transición Energética, nos arroja los siguientes datos:
El país cuenta con una capacidad potencial para la generación de energía limpias de 2,593 GW a lo largo y ancho de la geografía mexicana. Esto es, las solas condiciones naturales del país, sin considerar su conectividad a una red de distribución eléctrica, cuentan con un potencial actual para generar esta cantidad (que es un mundo de energía) a partir de fuentes renovables.
¿Cuánta energía limpia se genera hoy a partir de estas fuentes? Según el propio Atlas de la Secretaría de Energía, para febrero de 2017, sólo 17 GW. Es decir, sólo el 0.5% de la capacidad total de renovables. El potencial es gigantesco.
Claro, el desarrollo de ese potencial requiere además conectar las fuentes de generación a las redes de transmisión, y eso es un reto infraestructural enorme con costos que tienen que ser tomados en cuenta en una perspectiva integral. No obstante, aún el potencial de las fuentes que ya se encuentran más accesibles a una red de transmisión, sigue siendo enorme.
El próximo gobierno debe seguir apostando a la descarbonización de la red eléctrica con la generación de energía a partir de fuentes limpias. Y además debe hacerlo de manera estratégica e integral, acompañándose de otras políticas públicas que desincentiven la necesidad de utilizar combustibles fósiles en otras actividades, como es la movilidad.
La principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en México es el transporte, urge entonces el tránsito progresivo a un parque vehicular que poco a poco se vaya descarbonizando, o que al menos procure la modernización del parque vehicular actual y reduzca el uso de los automóviles. Es un reto mayúsculo que no sólo corresponde al gobierno, pero claramente se verá beneficiado a partir de las políticas públicas y normas que este adopte.
Aumentar el desarrollo de la energía limpia implica brindar facilidades que redunden en un aumento en el volumen de financiamiento de proyectos que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero. Esto implica el desarrollo de proyectos de infraestructura energética, la transferencia e inversión para la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, y definitivamente el uso de un abanico variado de políticas públicas. Una buena parte del éxito de estas políticas pasa por involucrar a la iniciativa privada en esquemas de participación público-privada, o en la apertura a su participación en un modelo de mercado.
Algunas de estas herramientas ya existen en México, como los certificados de energía limpia, otras ya están en la ley pero aún falta implementarlas, como los mercados de derechos de emisiones.
Como en tantos sectores, aquí también el país tiene un reto gigantesco. El cambio climático es un problema compartido a escala global. No obstante, México ocupa una posición geográfica que lo hace particularmente frágil a los efectos negativos que este problema generará, y la vulnerabilidad y atraso de muchos de nuestros grupos poblacionales hará que se resienta con aún mayor crudeza.
México tiene un gran potencial a desarrollar en materia de energías renovables. Desarrollarlo no sólo generará mayores oportunidades productivas a lo largo del país, sobre todo en zonas que típicamente se han visto desfavorecidas al incorporarse a una economía industrializada, pero que mantienen un potencial energético enorme. Además, desarrollar el potencial energético de México será un paso indispensable para mitigar y hacer frente a la aportación negativa que hoy produce nuestro país para el cambio climático.